¿Crees que si te das permiso de comer algo que te gusta no podrás parar?
Te entiendo, y es que toda la vida hemos escuchado que tenemos que mantenernos fuertes con la comida, que si comemos algo que nos gusta o que no es considerado tan saludable somos débiles o no tenemos fuerza de voluntad. Incluso se le llega a asignar un valor moral a la comida con frases como “Ya pequé mucho porque me comí el pastel” o “El chocolate es mi debilidad, no me puedo resistir”… y atrás de todas estas frases hay algo:
Mentalidad de dieta y restricción.
A lo largo de mis años de experiencia dando consulta de nutrición, me he podido dar cuenta que la mentalidad de restricción es un común denominador en casi todos los pacientes, en donde desde que llegan al consultorio llegan con la idea de que van a tener que restringirse, o que hay alimentos buenos y malos o que van a entrar a una dieta restrictiva donde les va a tocar sufrir…
En nuestra cultura hemos normalizado el creer que cuidarte es sinónimo de restringirte o pasarla mal privándote de un sin fin de alimentos, y si lo piensas eso va haciendo que le demos un poder gigante a la comida.
Pero, ¿de dónde viene la creencia de que cuidarnos es sinónimo de restringirnos?
De la idea de que lo más importante a la hora de hablar de salud es nuestro peso, entonces muchas veces se da por entendido que ir al nutriólog@ es con la finalidad de modificar nuestro cuerpo y para eso hay que restringir… Con la idea de que si comemos cierto alimento vamos a subir de peso y es lo peor que podría pasarnos, y a veces se disfraza con la idea de “para ser más saludable”, pero al final la Nutrición como la conocemos hoy en día se sigue centrando en el peso muchas veces.
Ok, ¿entonces cuál es el problema de mantener la mentalidad de restricción?, pues que esta mentalidad nos hace creer que únicamente hay dos extremos cuando se habla de cuidar nuestra alimentación: o como a la perfección o me vale lo que como y me inclino a comer alimentos considerados “malos” o “prohibidos” que generalmente son los alimentos que tienen una menor calidad nutrimental.
De ahí viene la idea de que cada que escuchamos a alguien decir “Tienes permiso incondicional de comer” nos haga mucho ruido y digamos “entonces me la pasaré comiendo donas y chocolates”, pero la realidad es que esto no es así, al menos no si de verdad trabajas en cambiar tu mentalidad hacia la comida.
Vamos a poner un ejemplo cotidiano:
Ella es Mariana. Mariana está haciendo una dieta en la cual tiene estrictamente prohibido comer azúcares.
Mariana se siente bien al principio, pero conforme pasa el tiempo empieza a sentirse frustrada porque se siente limitada.
Todo el tiempo está pensando en que no puede comer azúcar, va a una fiesta y tiene que decir que no al pastel aunque sí se le antojaba y todo el tiempo está pensando que no puede comer azúcar.
Conforme pasan los días el deseo por comer algo con azúcar aumenta, pero ella se convence de que tiene que ser fuerte. La gente a su al rededor la felicita y le aplaude por tener tanta fuerza de voluntad.
Los días pasan y un buen día Mariana rompe su dieta: come un pedazo de postre que le regala su novio. Mariana se siente muy mal con ella misma y ahora no puede dejar de pensar que rompió la dieta, pero la verdad el postre estaba delicioso, así que Mariana piensa “pues si ya rompí la dieta, mejor la rompo bien y mañana retomo”.
Así que ese día Mariana se pide un postre para ella sola y aprovecha para pedirse también una malteada. De camino a su casa se compra un paquete de galletas y una bolsa de gomitas porque quiere seguir aprovechando que ese día comió azúcar y al día siguiente se volverá a restringir.
Mariana sigue en este ciclo vicioso de restringirse unos días y después comer azúcar de una forma más compulsiva y con mucha culpa, y después volver a restringir, y así el cuento de nunca acabar.
En este ejemplo Mariana jamás se preguntó ¿se me antoja el postre o lo quiero solo porque es prohibido?, ¿el postre me supo rico o no tanto?, ¿quiero seguir comiendo el postre o es solo porque mañana no podré comerlo?… Mariana solo estaba pensando en aprovechar el momento porque ya había roto la dieta y le daba mucha culpa.
Ahora, en un escenario distinto si Mariana estuviera trabajando en relacionarse con la comida desde un lugar más compasivo y gentil, libre de restricciones y sabiendo que tiene el permiso incondicional de comer, Mariana hubiera sido capaz de discernir entre si quería o no el alimento y si le estaba o no gustando el sabor o resultando placentero y conscientemente se hubiera podido dar cuenta de que a lo mejor no apetecía comer ese alimento en ese momento o que a lo mejor con una porción menor hubiera quedado saciado su antojo… con la certeza de que podía comer azúcar cuando ella quisiera y esto no es sinónimo de que no iba a parar de comer azúcar.
Cuando nos relacionamos con todos los alimentos con naturalidad y desde un lugar neutral, podemos tomar decisiones más conectadas con nosotr@s mism@s y con el momento sabiendo que somos libres de comer lo que queramos pero buscando un bienestar y cuidarnos desde un lugar gentil.
Al final ningún extremo es bueno y podemos buscar cuidar nuestra alimentación, sabiendo que eso no es sinónimo de prohibirnos o tener mil reglas cuadradas a la hora de comer.
Así que la próxima vez que te de miedo comer un alimento porque no sabes si serás capaz de parar, analiza: ¿qué creencias tienes en relación a ese alimento?, ¿por qué te daría miedo no poder parar de comer?, ¿cómo podrías comerlo desde un lugar más consciente y con la certeza de que la/el que está a cargo de sus propias decisiones eres tú?
Es decir, la comida no tiene poder sobre ti, y simplemente es una herramienta que nos ayuda ya sea física o emocionalmente hablando.
Con cariño, Carla <3